Sigur Rós, nuestra referencia máxima y origen de la historia de NORDUR, ha estado por nuestro país ofreciendo nuevamente un gran espectáculo.
Y no podiamos faltar. El destino nos llevó, en esta ocasión, a Barcelona a un concierto en el que el disfrute vino marcado por una selección del repertorio de siempre, en el que se rescataron esos grandes clásicos que nos volvieron a muchos unos incondicionales de los sonidos islandeses.
Jónsi lo volvió a hacer. Jónsi volvió a llenar la sala de magia. Jónsi volvió a dar una lección sobre cómo la música va más allá de letras y se trata exclusivamente de emociones. La gran mayoría de sus temas están cantados en vonlenska, una sucesión de sonidos vocales sin traducción ni significado, que deja al oyente una interpretación libre de lo que está escuchando. Y a fe que, imbuidos por el ambiente, la escenografía, la música y el silencio de la sala, dan mucho para interpretar y sentir.
En un vaivén de idas y venidas entre los tres espacios en los que los instrumentos marcaban el recorrido, las melodías, sonidos y ritmos hicieron que la audiencia se emocionara, llorara, se hundiera, resurgiera, fuese optimista, sacase el mejor de los lados de la vida… También hubo momentos para cantar, para saltar, para gritar y, sobre todo, para susurrar. Porque hay momentos en los que la música es tan sublime que sientes lo pequeño del ser humano y no puedes levantar la voz.
Lo de Sigur Rós no se puede explicar a quienes entienden la música de forma tradicional y cada oportunidad que hay de verlos en directo, es una oportunidad para dejar sentir al cuerpo, a la mente y al espíritu, sin tapujos, sin condiciones y desde la más profunda humildad.
Gracias por tanto. Sigur Rós serguirá marcando el camino…