Aunque parezca a priori una serie sin pretensiones y que pasó desapercibida, Divorce es una de esas ficciones a las que llegas navegando por el buscador de HBO y que, aunque tenga algún que otro año, de repente, salta algo que te hace pinchar y darle una oportunidad al primer capítulo.
Quitándote los prejuicios de su protagonista femenina, Sarah Jessica Parker, y sus trabajos anteriores que la han marcado tanto, y dándole una oportunidad a su personaje masculino que, en un primer momento, no te atrae ni por sus cualidades físicas ni por su personalidad, esta serie te engancha por el tratamiento de lo cotidiano.
Sí, como toda ficción, tiene algún matiz que te aleja por un momento de una vida normal, pero, al final, no es más que ver en la pantalla los problemas de la gente normal: el amor, el desamor, la rutina, el día a día, la gestión de los problemas de unos hijos adolescentes, la inseguridad, el dudar sobre si lo estás haciendo bien o no, el apostar y que no te salga bien (o sí…), la renuncia a los sueños, el conseguir otras metas, la búsqueda de uno mismo, el querer estar bien…
Pasados unos capítulos, te das cuenta de que te has enganchado, de que has empatizado con los personajes, de que ella es espectacular, de que él es un tío entrañable, de que, al final, no somos tan diferentes los unos de los otros… de que, en definitiva, todos queremos ser felices.
Divorce es una serie muy recomendable para dejarte llevar, para no pensar durante media horita y para, después, pensar que la vida hay que pelearla.