Que Miguel Ángel es único, se sabe. Que su obra es de otro mundo, también. Que la perfección existe a través de su trabajo, está confirmado. Que el tratamiento de las emociones con las que empaña sus obras te trasladan a lo más profundo del alma, es una realidad.
Pero lo que hizo en un su Moisés, que puedes ver en la basílica de San Pietro in Vincoli en Roma, se escapa a cualquier razón.
El Moisés de Miguel Ángel es una escultura que representa al profeta bíblico Moisés, quien es considerado una figura importante en las tres religiones abrahámicas (Judaísmo, Cristianismo e Islam).
La escultura fue encargada por el Papa Julio II para la tumba de su familia en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. La figura de Moisés se encuentra sentada en una silla de piedra, con las piernas y los pies cruzados, y con un aspecto imponente y enérgico en su rostro y en su postura. En su mano derecha sostiene las Tablas de la Ley, que representan los Diez Mandamientos que recibió en el Monte Sinaí.
La obra es conocida por su gran realismo y por la habilidad del artista para capturar la expresión y el movimiento en la figura de piedra. El Moisés de Miguel Ángel es considerado una de las obras maestras de la escultura renacentista y una de las más impresionantes de la historia del arte.
Intentar mirarle a los ojos, de cerca, es sentir encima la culpa de la humanidad, sentirte obligado a arrodillarte ante él. Es enmudecer.